24 de febrero de 2020

Mi paloma de la paz

Mi cobardía me llevó a no despedirme de ti, tal vez, por eso es que aún no asimilo que ya no estés. Que solo te encuentras en uno de tus tantos viajes, disfrutando de tu vida, pero sin ver fotos. Hoy, ya soy una mujer pero nunca voy a olvidar todos esos momentos de mi niñez junto a ti. De tu sonrisa cuando me veías llegar a casa.
Siempre malcriando a tus nietas, aún cuando mamá te decía que no. Los desayunos de media mañana y las cuatro "perrillas" de los domingos.

Voy al cuarto de la tele y aún te sigo viendo sentado en el mismo lado del sillón rodeado de miles y miles  de libros que un día abuela quiso comprar para tener de "colección". Pero no, no estás aquí ahora, estas de viaje. En un viaje sin regreso, donde encontraste la paz que tanto buscaste. No me envías cartas, pero se que estás mirándome.

¿Cómo estarás?, ¿Será que en el cielo también te sientas a fumar y sigues leyendo novelas de forasteros antes de dormir?. Yo sé que no me echas de menos, porque me ves todos los días. Pero aquí todos notamos tu ausencia.

Ahora abuela nos deja comer en el salón sin rechistar, y ahora es ella la que echa la llave por las noches. En casa siempre te recordamos, contando tus anécdotas que terminan en lagrimas en el rostro de mamá. Hasta Juan te echa de menos y ya sabes como es él para estas cosas. Dice que fuiste uno de los mejores amigos que pudo tener.

Te fuiste sin presenciar mi último año de carrera, mi primer trabajo y me duele que no estés en los mejores momentos de mi vida.

Me enseñaste muchas cosas Abuelo, pero se te olvidó enseñarme a echarte de menos.

Sólo te pido una cosa, cuando llegue mi hora espérame en la puerta. Porque es a ti el primero a quien buscaré en ese momento.



Abuelo en las navidades en La Laguna. 2013. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario