1 de diciembre de 2015

Y de repente.. diciembre.

Y de repente… diciembre. El último mes del año. El mes por excelencia en el que echamos la vista atrás y nos paramos a pensar en todo lo que ha sucedido… y en lo que no. Porque diciembre es el mes de la nostalgia, de reencuentros con familia y amigos, de hacer balance de lo vivido, de pararnos a pensar lo mucho que ha cambiado nuestra vida en un año… y aquellas personas que digan que su vida ha cambiado poco, les digo que se paren un momento a pensar en cómo era su vida el diciembre pasado y este diciembre. Probablemente, encontrarán un montón de diferencias, más incluso de las que hubieran podido llegar a pensar.


Diciembre siempre tiene dos caras. Como el Ying y el Yang. Pasado… y futuro. Pasado porque nos replanteamos todo lo vivido… la gente que ha estado a nuestro lado… la que sigue estando, y la que ya no lo está. Los momentos en los que creíamos que no podíamos más, y los momentos en los que creíamos poder comernos el mundo. Las fiestas hasta las tantas, pero también las noches de cena y conversación con amigas. Los enfados, pero también los abrazos de reconciliación. Los planes improvisados. Las miles de horas pasadas junto a las personas que forman tu vida. Eso, ni el gordo de la lotería es capaz de pagarlo. Y también las personas que nos enseñaron algo, aquellas que pasaron por nuestra vida por alguna razón, aunque hoy en día ya no estén.A ti, gracias por hacerme sentir que era capaz de volver a sentir.
Y también está la cara B, la cara de la esperanza, de las ilusiones y de las alegrías, la cara del futuro. El futuro, donde depositamos todos nuestros sueños, donde el 1 de enero comenzamos a escribir otro capítulo de nuestra vida que esperamos que sea maravilloso. Donde todos los propósitos de año nuevo caben. El futuro que, esperamos, nos de momentos mágicos, nos depare gente y momentos nuevos, y también nos guarde a aquellas personas que tanto amamos.

Pero el futuro es incierto y puede cambiar en cualquier momento. Tal vez ese sea nuestro problema, que vivimos demasiado en el pasado y, a la vez, expectantes con el futuro. Tal vez debamos simplemente vivir el presente, disfrutar de todos los momentos y las oportunidades que la vida ofrece, y dejar que la vida nos sorprenda.
Así que mejor centrarnos en hoy, en este bonito y nostálgico mes, disfrutar de la compañía y de los pequeños momentos bajo las luces de Navidad. Y en enero, comenzar a escribir otras 365 páginas que formen el mejor libro de nuestra vida.

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