Con la mirada perdida en el vacío trato de disimular la respuesta correcta al problema que se me presenta. Las tres menos veinte de la madrugada…una hora perfecta si no estás encerrado entre cuatro paredes en las cuales retumba el silencio provocando la mayor afonía que jamás había escuchado, causándome quebraderos de cabeza, alborotándome hasta el punto de hacerme caer en la desesperación nacida al oír su constante llamada pero no comprender su mensaje.
Gran enemigo es el silencio, penetra en tu mente a través de tus sentidos, ralentiza a tu reloj, te castiga como a una niña que por algún motivo olvidó hacer sus deberes… Por suerte ya no soy una niña, crecí y madure y hoy puedo decir que tengo razones más que suficientes como para no realizar mis deberes. Tal vez la respuesta no se encuentre en el silencio, tal vez la respuesta jamás pueda ser encontrada…tal vez el único que pueda solucionar al problema sea el tiempo…
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