
Pero, ¿por qué esa fascinación por los golfos?¿Por qué esa admiración por los tíos que, sabes positiva y desesperadamente, que nos lo van a hacer pasar mal? ¿Qué tienen los golfos que les atraen tanto? Muy sencillo. Tan sencillo que da miedo. El golfo, el canalla, el malo, el que se sube a la moto mientras enciende un cigarro, el que no rinde cuentas a nadie salvo a sí mismo, es la promesa eterna de la libertad. Es el que, a su lado, cada día será diferente al anterior. Es la inestabilidad, el caos. Es el “hoy te quiero menos que ayer y mañana no sabré quién eres”. Es la sonrisa del rebelde sin causa, el deseo que viaja en tranvía, Es la promesa a la eterna libertad porque sueles vivir en un mar de monotonia y él es, el capitán jack sparrow, que imperfecto y defectuoso, es el único que intenta que haya oleaje, Es el mañana que nunca muere. Es, en definitiva, la atracción que ejerce lo prohibido, lo que no nos conviene, lo que nos va a hacer sufrir. Porque, en el fondo, esa atracción se basa en la remota posibilidad de poder domar a la fiera, de ser la que ha conseguido meter en ese corral al que nunca quiso ser boy-scout. Es decir, la atracción de ser la que ha conseguido que la sonrisa de un canalla deje de lucir o, mejor dicho, que sólo lo haga para ti. Pero, querida amiga, si hicieran eso, serían como los demás, como los que convienen, como los que nunca te sorprenderán con algo nuevo. Y entonces, ya no tendrían ningún tipo de morbo. Por eso bajo el amor. Es todo ficción.
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